sábado, 26 de abril de 2008

EL ARTE DEL BIEN MORIR


La muerte en la Edad Media, entre los extremos sentimientos de terror y de cese del sufrimiento, tuvo en este Arte de bien morir su representación y un manual para enfrentarla de enorme popularidad. El libro sostenía una mirada directa al instante crudo de la muerte, donde la vida juega su carta definitiva y la apuesta, a todo o nada, es la eternidad de los bienaventurados o el fuego inacabable de los malditos. Sus páginas indicaban una estrategia muy precisa contra los últimos demonios de la tentación —cada uno con sus malignas características— que tanto el moribundo como sus acompañantes debían seguir sin vacilar.
Tan difícil era alcanzar una «buena muerte» que hasta el hombre mejor preparado temía topar con la aguda crisis espiritual de la agonía, donde todo podía echarse a perder por un mínimo desliz. Entonces eran necesarias dos cosas: buena compañía y el Arte de bien morir.
Este Arte de bien morir no pretendió ser una obra teológicamente profunda. Su articulación de preguntas y respuestas se ofrecía como ritual salvador que a la vez forzase a una introspección intensa. Y la contemplación de los espectaculares grabados que lo acompañan, con esa mezcla de ángeles y diablos y la lucha entre el bien y el mal, debía ser capaz de sustituir la lectura con democrático provecho para los impedidos o los no letrados.
Francisco Gago-Jover edita el texto del incunable publicado en Zaragoza por Pablo Hururs entre 1479 y 1484, con una erudita presentación y notas explicativas. La edición se completa contrastando los grabados xilográficos con los de la editio princeps del Ars moriendi (c. 1450).

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